Ay, Larita

Nunca me ha gustado usar sombrilla, siento que es mejor sentir las gotas de lluvia en la cara y si es necesario secarse y cambiar de ropa cuando se pueda.

En este mundo hay de todo para hacernos la vida más fácil, pero la mera neta a mí me gusta sentirla como es. ¿Para qué chingados suavizar las cosas?

Así decía mi abuelo cada vez que le pedía que me prestara el coche para ir a la preparatoria. De modo que tenía que tomar 6 camiones y caminar, ni pez. Así aprendí a moverme por la ciudad.

Recuerdo que una vez mi abuelita me pidió que le fuera a comprar cosas para su clase de corte y confección. Me dio unos cuantos pesos y me pidió un hilo de algodón con un nombre medio raro que repetí todo el camino para que no se me olvidara.

Recuerdo que me bajé en la parada correcta y que caminé hasta la tienda esa donde años antes me perdía entre telas jugando a los fantasmas mientras mi abuela platicaba con otras señoras y finalmente compraba los metros que necesitaba.

Me acerqué al mostrador de hilos, me atendió una señorita de cabello largo y ojos azabaches, me acuerdo que hasta me sonrío. Me preguntó que por qué iba y a mí se me olvidó. Mi mente estaba en blanco.

Sabía que me habían mandado ahí por algo pero no recordaba por qué. Pasaron unos segundos y en aras de no quedar como un completo pendejo se me ocurrió decir que iba por botones. La señorita prosiguió a mostrarme tantos botones que ya hasta había olvidado que al final tendría que escoger. Al cabo de una media hora me decidí por unos botoncillos blancos, los pagué y me despedí de la señorita. No sé porqué le sigo llamando señorita si de seguro tenía como mi edad.

Cuando llegué a la casa decidí hacerme güey y le hice creer a mi abuela que me había mandado por botones. Ella me reclamó al principio pero luego creyó que en verdad se había confundido y me agradeció. -Aay mijo yo ya no sé ni qué digo... aay con esto de la edad- Eso fue lo que dijo antes de volverse a sentar y tomarse su té de bugambilia.

Más noche le conté a mi abuelo de la señorita, primero se rió y luego me dio un zape por haberle hecho la broma a la pobre viejecilla. La verdad es que ni me dolió, si la abuela lo hubiera visto, le hubiera pegado un grito que ni qué. Aunque en realidad hubiera estado peor que se enterara de que la había engañado. Esa señora sí que podía guardar rencor por cualquier cosa.

Antes de irse a dormir, mi abuelo me dijo que podría escribirle una carta a la muchacha, que así había sido como él y Rosita -mi abuela- se enamoraron. Yo le di las gracias al anciano y seguí leyendo mi historieta de Supermán. Era una versión nueva, de un papel muy brillante. Ah, qué libros los de esa época.

A la mañana siguiente volví a ir a la misma tienda, no llevaba una carta. Sin embargo, ya había decidido que esa vez no me iría sin saber el nombre de la chica.

Me acuerdo que me esperé como dos horas a que apareciera por ahí. Estuve curioseando chuchería y media, recibí miradas extrañas de varias clientas, hasta me encontré a dos escuincles jugando que casi me sacan un pedo del susto.

Un ratito después fue que la vi, un muchacho en una moto se despedía de ella y ella le lanzaba un beso al aire. - Adiós mi Larita- dijo el chaquetudo. Ella sonrió y yo quería meterme dentro de las telas para que nadie me viera allí.

Al final no sé con que cara me fui ni con qué cara se quedaron todas las personas, quizá se quedaron con la duda de qué andaba haciendo yo ahí. Lo más chistoso es que volví a olvidar el hilo y el abuelo tuvo que ir en vez de mí.

Siempre que me acuerdo de ese día pienso en los paraguas, o sombrillas, que es lo mismo. A veces uno tiene que sentir la lluvia y simplemente seguir.

Queridxs lectorxs , decidí hacer una dinámica en la que le pedía a personas que comentaran 3 palabras y con ellas les escribiría una historia.

Esta es la segunda de ellas, como se habrán dado cuenta es una anécdota contada desde la perspectiva de un imaginario señor que una vez tuvo una infatuación, o amor platónico, como le prefieran decir. La ambienté algunas décadas atrás y no sé qué tan bien me haya quedado su peculiar forma de hablar. Pero bueno, lo intenté.

Las palabras de esta mini historia (sombrilla, carta, hilo) fueron seleccionadas por Karla, muchas gracias querida.

Espero que todxs se encuentren bien, y hayan disfrutado la lectura. Cuéntenme qué les pareció.

Cuídense mucho xoxo, Fg