El deseo de Santa

Era una fría mañana, la neblina mágica del Polo Norte cubría por completo la aldea de la Navidad. A esta hora apenas se vislumbraba una luz en todo el lugar, aquella luz provenía del taller de Santa.

Mientras los elfos descansaban en la madrugada, Santa Claus degustaba un vodka de mil años que lo hacía sentir un poco mejor. Y digo un poco, porque en verdad nuestro personaje se encontraba triste.


Estaba cansado de nunca recibir reconocimiento en vivo. Solo entraba a los hogares y dejaba regalos. Claro que todo era para mantener la magia, y las galletas y bizcochos siempre sabían muy rico. El problema era que nunca podía experimentar lo que se sentía ver la expresión de los niños al abrir sus regalos, nunca había sido partícipe de las miradas de asombro, tampoco sabía si recibiría flores o abrazos.
A veces, cuando iba de regreso en su trineo, imaginaba que recibía aplausos de todos los niños del mundo …. tal vez recibir aplausos lo alegraría un poco.


En ese momento volteó hacia el juguete posado en su escritorio, era una caja de música con una bailarina de ballet.

Entonces, lo supo. Debería convertirse en bailarina de ballet para poder experimentarlo todo. La fama, los aplausos, la expresiones de alegría y la sorpresa de todos al verlo.

Muy decidido, al otro día viajó en trineo hasta El Bolshói, en Rusia. Intentó persuadir al director del ballet con trucos de magia y galletas élficas. Cuando estos no funcionaron, sacó otra botella del vodka añejo que tanto le gustaba. Los mil años lograron convencer fácilmente al terco e imponente director.

Santa entrenó durante muchos días. Le sangraron los pies, las rodillas; aprendió cómo mantener el equilibrio, como apuntar bien los pies, cómo cargar a una bailarina y aprendió también a dar muchas piruettes con fouettés. ¡Bajó 200 kilos de los 500 que pesaba!


Muchos de sus compañeros lo admiraban mientras otros lo detestaban. Pues, haber llegado al Bolshói había sido un camino duro para muchos, más bien para todos, excepto para un alegre gordo que regalaba juguetes alrededor del mundo.

Finalmente llegó el día del ballet. El Bolshói había anunciado que tendría una sorpresa que los dejaría asombrados a todos.


Santa Claus estaba muy nervioso, era la noche de su debut. Tenía un traje del ballet que le habían hecho al él mismo, era digno de las mejores historias y las telas eran tan magníficas que con tan solo ver el atuendo la gente quedaría asombrada.


Aún así, Santa usaría el tutú que le habían mandado los duendes. Diseñado por él mismo y confeccionado en los talleres místicos. Era un tutú que inspiraba navidad, ya ustedes podrán imaginarse todos los colores y brillitos que salían del vestido.


Sonó la música.


Se abrió el telón.


Santa salió al escenario.


Las luces hacían que el público se viera en negro pero eso no importó. Santa bailó. Ejecutó a la perfección su rutina pero… su atuendo y los 200 kilos que había perdido hicieron que nadie lo reconociera y además, que todos se rieran de él. ¿Qué hacía un personaje navideño a la mitad del lago de los cisnes? El director estaba casi morado de la furia.

Sin embargo, al finalizar su acto, la gente aplaudió y él no se dio cuenta de que las expresiones divertidas y pícaras del público eran por eso.


Él, logró ser bailarina de ballet… por un día.
Porque por supuesto que el Bolshói no le permitió volver después de ese incidente.

Espero hayan disfrutado de este loco cuento de Navidad. Creo que es un cuento para pequeños, pero si les pareció gracioso o bueno, entonces creo que también puede ser para mayores. :)

La historia tuvo sus primeros pasos en un curso de escritura creativa

Personalmente, me fascina saber que puedes juntar dos cosas que aparentemente no comparten nada y con un poco de imaginación y palabras formar una historia con sentido.

Agradezco también a Sofi Losada por ayudarme a ilustrar este cuento.

Si les gustó la historia por favor compártanla y cuénteme qué les parece.

Saludos y abrazos, xoxo

Fg