Nada más: El Espectro de una Rosa

Más o menos por el año de 1836 me metí en la cabeza del curioso -quizá ustedes le llamen romántico- poeta, Théophile Gaultier. Dos años después decidió presentarme en forma de poema para su colección La comedia de la Muerte y como los hechos cuentan más que las palabras....

En el momento en que mi historia fue impresa y conocida por otros locos, quiero decir artistas y soñadores -a los que muchos hipócritas llamaron degenerados- yo me volví una realidad más grande. Mi aroma se esparció no sólo por la mente, si no también por medio de la vista, los movimientos y la música. Me volví ese algo que jamás olvidarían, me volví leyenda.

A decir verdad, no puedo expresar lo agradecido que estoy con el regordete charlatán de Diaghilev, quien le pidió a Jean- Louis Vaudoyer que escribiera el ballet. Gracias a ellos y a su valentía de desmarcar roles en su sociedad, es que mi memoria se materializó y dejó de ser un simple hecho empírico de la humanidad.

Sé que alguna vez han cortado una rosa, quizá para un regalo o quizá para muy a la francesa, tomar con buena compañía una promenade. En el ballet ruso me presentaron siendo parte de un sueño de una damisela que mi aroma no podía olvidar. Eso no lo han inventado, la verdad es que mi perfume sí se queda en lo más íntimo de la memoria humana. ¿Que si lo puedo describir?

Pues supongo que es algo extraño describir el aroma propio, pero ya que estamos aquí, intenten cerrar los ojos después de leer esto y recordar. Huelo un poco a tierra húmeda, huelo a la caricia más suave que han tenido, huelo a la brisa de un beso que está a punto de darse. Yo soy el perfume más antiguo y natural. ¿Masculino? ¿Femenino? Yo soy Rosa, nada más.

Comprendo que Michel Fokine decidió cómo me interpretarían por primera vez de manera consciente en el mundo de la danza. Sin embargo, esta vez me gustaría contarles lo que sentí al acompañar al ágil bailarín que me interpretó.

Esto simplemente por cuestiones de entusiasmo - por entusiasmo apelo a la palabra griega que significa “soplo interior de un dios”, no porque yo sea un dios, aunque si lo fuera no se los diría, sino porque- aquella noche algo así sucedió.

Comencemos por año y el lugar. Abril de 1911, un teatro de cortinas aterciopeladas, palcos, candelabros y gente que aún con perfume necesitaba un baño largo para ahogar sus olorosos secretos. Está de más mencionar que los asistentes estaban excelentemente ataviados para la ocasión: los Ballets Rusos de Dhiagilev en el Teatro Montecarlo.

Esa noche la orquesta sonaba como nunca. De pronto, en una melodía escrita en la tonalidad de Re bemol, sentí que algo me jalaba al escenario y cuando menos me di cuenta abrí los ojos desde el cuerpo de Nijinksy. El corazón latía rápido, su respiración era controlada y tenía cada paso memorizado a la perfección. Mientras los tobillos del bailarín me lanzaban al aire, podía sentir el impacto en el público. Latidos multiplicándose con cada uno de mis movimientos.

Primero pensé que tenía que ver con el color que emanaba mi vestuario en comparación con el vestido blanco de Tamara. Después, por un segundo, entre la combinación de grand jettés y pirouettes, sentí los pétalos que volaban con mi vestuario. Entonces lo entendí. León Bakst se había empeñado en que fuese como una segunda piel, era imposible que mi musculatura no despertara una sensualidad que jamás tendría una bailarina escondida entre telas rígidas y crinolinas largas.

Por primera vez, se encarnó en público el espectro de una Rosa. La música nos guió y por unos minutos todos fuimos uno. La música, nosotros, el vestuario, el escenario, el momento y el lugar.

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Pausa.

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De pronto salimos saltando por una ventana. En ese momento dejé a Nijinksy. El resto, ya es historia.

Allí yació una rosa que todos los reyes envidiaron, desearon y, como decía Theo,
envidiarán.

FIN

Referencias contextuales:

+ Théophile Gautier - poeta, dramaturgo y crítico que escribe el poema titulado El espectro de la Rosa.


+ Serguéi Diáguilev - creador y director de los Ballets Rusos, según él su mayor talento era convencer a la gente con sus palabras.

+ Michel Fokine - coreógrafo de los Ballets Rusos y creó piezas que revolucionaron el sentido coreográfico, algunas de estas son Las Sílfides, Sherezada y El Pájaro de Fuego.


+ León Bakst – pintor, diseñador de vestuario y escenógrafo que perteneció a los revolucionarios Ballets Rusos.

+ Vaslav Nijinsky - bailarín y coreógrafo famoso por su capacidad interpretatoria.


+ Tamara Karsávina - prima bailarina del Ballet Imperial y los Ballets Rusos de Dhiágilev.

Este cuento retomó ideas del material listado a continuación:

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