T(ADÁ)




T(ADÁ)
Todo. Nada.

La mañana se la había tragado la mirada de aquella anciana.
Una mujer que no llegaba al metro y medio y que por la espalda cargaba algunas veces con una joroba que de lejos la hacía parecer un animal salvaje.
Sus trenzas plateadas brillaban como la luna y se movían con el viento del bosque como si cantaran los secretos que allí se encontraban.


Nadie conoce a ninguna bruja por nombre, nadie habla de ellas si es que las conoce.
La gente se paraliza al intentar hablar de aquellas mujeres, abren la boca y sienten como la lengua se suicida en un clavado hacia atrás; aprentándo como serpiente su garganta.
La gente decide no hablar de ellas porque producen una sensación que la gente detesta.
No es miedo, del miedo se habla como una leyenda.
Es un poco gracioso cómo sobre aquello que nos pavorece, nos repugna y al mismo tiempo nos asombra demasiado, nadie quiere hablar.
Tal vez es porque deciden que si algo es digno de pronunciar entonces será realidad. Tal vez preferimos dejarlo al mundo de los sueños y lo intangible.

Sin embargo la historia de Eréndira es tan importante que he decidido arriesgarme a morir en el olvido de mis pensamientos, en la parálisis total de mi ser, no importa si la lengua se me va hasta el ombligo.
Después de lo que vi el día de ayer, en el bosque, nada tendrá sentido si no lo digo.

Todo.

Nada.

Cuando uno pasa más de diez horas en la copa de un árbol, comienza a sentirse como habitante del mismo.

Las ardillas, los tecolotes y los pequeños murciélagos eran mi manada.
Tal vez a la hora veinte fue que nombré a todos y les conté la historia de cómo había subido hasta ahí.
Mis piernas encajaban perfectamente sobre la rama más alta en un ángulo recto.
Era tan cómodo que parecía que le hubiese pedido al árbol una cátedra de madera.
Una cátedra porque claro que en ese árbol, yo era el habitante más importante.


No recuerdo a los cuantos días de comer corteza y beber agua de lluvia sucedió.
Una luz extraña se acercaba desde el otro lado del bosque a manera de bruma morada. Entonces lo supe, me habían encontrado.
Sabían que yo, no había cumplido el pacto, no me había lanzado al río a manera de sacrificio.


Me di por vencido y me quedé profundamente dormido.
Cuando desperté, observé una extraña figura acercarse hacia mí.
Pensé que una bestia había sido mandada a devorarme.
No me podía mover.
En el segundo que pude enfocar con mis ojos, conocí la expresión "horripilantemente hermosa".


Se paró frente a mi nuevo hogar, en una robusta rama que se suspendía en dirección al este. Con la gracia y delicadeza de una bailarina la figura se mantenía en equilibrio sobre la rama, casi como si flotase.
Volteó a sus costados, no logré percibir la figura de la bestia. Aunque algo en lo que parecían ser sus ojos despertó mi interés.


Aquél adefesio se encogió de hombros, casi poniendo la cabeza en sus rodillas; elevó una de sus extremidades; y con una mano delicadamente larga se quitó de la espalda una capa negra que yo había asumido como su pelaje.
Al descubrir la joroba felposa que se asemejaba a la de un oso, vislumbré una espalda estrambóticamente humana.


Su piel mostraba un color verde amarillento, como el tinte de los limones que están a punto de caer del árbol.
Del verde amarillento vi surgir en un minuto tres flores amarillas. Tal y como si la fotosíntesis y su proceso de crecimiento tardara el ínfimo tiempo de unos pocos respiros.


No podía creer lo que estaba presenciando, seguramente era parte de mis alucinaciones. O eso quería creer.
Las flores amarillas eran todas de igual talla, pero eran distintas.
Reconozco que debí haber puesto más atención en las lecciones de herbolaria, aún así, reconocí un diente de león a la izquierda, y a la derecha una margarita; la flor que se postraba en el centro sí que me resultó extraña. Era como si hubiesen pintado una diana de flechas en tonos rojos y blancos y al centro, justo donde se encontraba el amarillo, surgía una especie de pistilo enorme a modo de trono.


El tiempo se suspendió unos instantes mientras yo contemplaba el extraño suceso.
Debí haber musitado algo puesto que justo después de eso la bestia volteó en mi dirección. Su cara era una combinación de todas las caras que uno llega a conocer, no se podía distinguir su raza ni porque se intentara.
La única peculiaridad de su cara eran los ojos.
Ojos gigantescos de color Azul. Azul oscuro. No negros. No claros. Índigo azul.
Me miró con inseguridad.
Aspiró aire por la nariz, su espalda se encorvó como gato.
Fijó la vista en mí y de su boca inmóvil salieron las siguientes palabras:
"El camino del escarabajo comenzará, si transiges el dolor del asombro te ayudaré a perdurar. Si interfieres tus respiros te sofocarán. ¡Néfer!"


Mi cuerpo decidió morir en ese instante, mas algo permitió que mi vista siguiera en marcha. Los sonidos de la voz se repetían en mi mente. ¿Cómo conseguía hablar sin mover los labios? La mujer bestial regresó la cabeza a la posición central y con la espalda aún encorvada extendió ambos brazos.

Brazos fuertes con manos huesudas que brillaban con el color del fuego.
Una cabellera oscura le llegaba a los hombros y se movía con un el viento repentino.
En sus puños apretaba lo que parecían un par de conchas.
Comenzó a mover las manos y descubrí que aquellas conchas se abrían y cerraban, retumbando entre sí.
Se escuchó un ritmo lento * pac pac* pac pac*
Volví a escuchar la voz que estaba en mi cabeza,
ahora quedaba suspendida en una nota, *pac pac* pac pac*,
cuando aquella nota cambiaba el ritmo aceleraba *pac pac pac pac* *pac pac pac pac*


Sucedieron varias notas, el sonido de las conchas de mar cambiaba con cada una,
una melodía, un lamento fuerte, un panal de abejas, una queja... un silencio ensordecedor.


El silencio fue roto por los labios de la chica, de ellos salió el rugido de un león, el aullido de un lobo y el cantar de un ave de rapiña.
Semejante rugido le correspondería a un dragón.
Los pájaros y los animales volaron, se enterraron y enmudecieron.

Volví la mirada a la espalda amarillenta, ya se había bajado el tinte del color, en ella ya no estaban las tres flores. Sino que aquellas flotaban en círculo a su rededor.
Se escuchaba a lo lejos una tenue lluvia.
La chica bestia soltó un suspiro.

Irguió la espalda. Esperó.


Se escucharon un millón de patitas queriendo dárselas de silenciosas sin conseguirlo.

En unos cuantos segundos el árbol se había llenado de insectos.
Alas, patas, zumbidos, colmillos, viscosidades, todos estaban ahí.
Un grupo de mariposas cargaba un capullo gigante, de este salió un escarabajo negro.

Eran tan negro que parecía Azul.

La humanoide tomó las tres flores amarillas que ahora brillaban con un peculiar fulgor.

Las acercó hacia el insecto.
El insecto tomó con sus patas brillantes las plantas y las devoró.
Al tragar el último pétalo de la margarita, el escarabajo se encendió como estrella.

El calor lo sintió el bosque, comenzó a oler a madera quemada.

Los insectos aplaudieron con las alas, sus patitas retumbaban.

La melodía gutural volvió.
"Mmmmmmhhh mhhhhh mhhhhhh" *pac pac pac pac*

La esfera estelar danzó hacia el cielo.
"Mmmmmmhhh mhhhhh mhhhhhh" *pac pac pac pac* La lluvia llegó.

Cuando desperté el sol se asomaba por el este. No había indicio de insecto algún.
En la rama no estaba la chica bestia.
Creí que me volvería árbol.

Intenté mover mis piernas, lo logré.
Estiré los brazos, me puse de pie.
Contemplé el bosque frente a mi, di la vuelta para vislumbrar el otro lado y mi corazón se sobresaltó.

La chica bestia estaba frente a mi.
Ella había cambiado, ¿se había transformado? ¿mi mente la habría deformado?
Aquella humana no tenía joroba, no era joven, sus ojos tenían el mismo color,
pero su piel morena era rugosa y sus cabellos eran largos y pendían de dos trenzas plateadas.

La capa de pelaje la tenía amarrada como mochila.
Vestía con una manta oscura y miraba hacia el sol.

No conseguí hablar.
Mi lengua se la había comido el gato.
Mi memoria era una ilusión.
La vida antes de la lucha que presencié no tenía sentido ahora. Ella me sonrió.

Ahora era de noche y la mañana se la había tragado la mirada de aquella anciana, nadie conoce a ninguna bruja por nombre, nadie habla de ellas si es que las conoce.
Las brujas son mujeres con conocimientos bizarros,o tal vez nos parecen bizarros porque no esperamos que sepan ciertas cosas. Son seres poderosos con cualidades extraordinarias. De cualquier modo, ¿tienen que ser terroríficas siempre?

Ah claro,

el terror tiene muchos significados,

tal vez el inusual sea yo.

Yo conocí a la bruja que cuida al sol.
Esa que canta con la lluvia, habla con la mente y ruge como dragón.

Ese ser que lo es todo, que es nada.

FIN



Hace algún tiempo no tan lejano escribí este cuento, lo mandé a algunos concursos pero no fue seleccionado. Como en verdad me divertí mucho escribiendo y considero que lo próximo que escriba será mejor, decidí no enterrarlo en las profundidades de un disco duro y compartirlo con ustedes. ¡Cuéntenme lo que les pareció!

Saludos, xoxo

FeatherGirl